JORNADA 1ª
La primera avanzadilla partió de la plaza de Esparragosa a las 18.30h del día 24 de abril. El grupo estaba compuesto por Carlos Alcobendas, a la cabeza del convoy, y varios pescadores “de pura raza,” Don Felipe, Julián y Craig entre otros.
La primera avanzadilla partió de la plaza de Esparragosa a las 18.30h del día 24 de abril. El grupo estaba compuesto por Carlos Alcobendas, a la cabeza del convoy, y varios pescadores “de pura raza,” Don Felipe, Julián y Craig entre otros.
El primer incidente ocurrió nada más llegar a la zona de pesca. El lodo y la tierra húmeda hacían difícil el acceso a la orilla. Los más valientes (o locos) se aventuraron a llevar sus coches por este lodazal y…el primero en atollarse fue don Felipe, con su flamante coche nuevo. No pintaba bien la cosa para el veterano maestro del club de pesca.
No se veía ni una sola nube en el cielo y corría u poco de aire, pero no nos importó pues hacía calor y había tarea que hacer: cebar, preparar cañas, montar tiendas, colchones, …
A eso de las 9 se oyó el primer campanillo (sí, campanillo como a la antigua usanza, las alarmas aún no habían dado señales de vida). Y Don Felipe fue el afortunado (con lo mal que había empezado la tarde); la primera carpa pesó unos 8 kilos. Nada comparado con lo que nos esperaba después.
Varias carpas más se capturaron esa misma tarde antes del anochecer, cuando nos fuimos “cada mochuelo a su olivo.” Comimos y bebimos a la luz de las estrellas (sí, porque de la Luna ni rastro) y no podíamos creernos que hiciese tan buena temperatura. Tras un pincho de esto y otro de aquello, con alguna cervecita intercalada en medio, nos fuimos a dormir unos (como yo) temprano y otros, (casi todos los demás) más bien tarde.
Pero no estaba la suerte de parte de los que queríamos dormir: la noche fue un no-parar-de-picar. Cada 15 minutos se oía una alarma sonar y se escuchaba el sonido inconfundible del sedal abandonando “a toda mecha” el carrete. Carpas de 9, 10, 12 kg…fueron pasando por las sacaderas y las mantas húmedas de carpfishing.
Recuerdo que eran las 6 (¡de la mañana!) cuando Carlos me dijo al entrar en la tienda de campaña: “Bueno, por hoy creo que ya puedo echarme a dormir un rato.” Más hubiese querido él, no acabó de decir esto cuando se oyó un largísimo “biiiiiiiiip” en una de sus alarmas. Y así continuó la feria durante toda la noche…
2ª JORNADA
Amanecieron todos con ojeras (pero con una sonrisa de oreja a oreja y agujetas en los brazos de tanto arrastrar carpas desde el centro del pantano hasta la orilla), sin haber casi pegado ojo, y justo cuando nos disponíamos a desayunar, nos dimos cuenta de que uno de nuestros compañeros estaba en apuros: estaba en plena lucha con un pez, que casi parecía tan fuerte como él. ¡Ahí estaba Craig, con sus wellies (botas de plástico) metido en el agua e intentando no ser arrastrado aún más hacia el pantano! En pocos minutos se formó un enorme corro a su alrededor (a pesar de que 4 perros guardianes le protegían). Durante el transcurso de dicha hazaña, llegaron también varios espectadores más que llegaron del pueblo sin previo aviso: Franci, Fran, Jose Carlos…entre otros.
¡No podían haber llegado en mejor momento! Tras una dura y larga lucha con la naturaleza, el hombre venció al pez y todos pudimos ver cómo una masa enorme de escamas salía del agua de manos (es un decir) de un anzuelo cebado con maíz. Nada más y nada menos que 16’5 kilos de carpa, exhausta por la lucha y casi inmóvil del cansancio. Unas fotos (no sin esfuerzo), pesaje y, con mucho cuidado, puesta de nuevo en el agua. Espectáculo sin duda inolvidable para todo aquél que estuvo presente.
Algunos temíamos que las carpas dejasen de picar debido al cambio brusco de temperatura. Había amanecido un día frío, nublado y de mucho viento. Pero nuestros temores eran sólo fundados: las carpas estuvieron picando todo el día (cosa rara), no con tanta asiduidad como la noche anterior pero sí de manera constante.
En este día, cabe resaltar la pena que tenía Jorge (cuyos padres habían venido de Badajoz con él exclusivamente para el concurso, un ¡hurra! por esos padres) que tuvo varias picadas pero que varias veces se le rompió el sedal. Bueno, incluso así todos disfrutamos del día, comiendo (como siempre) y bebiendo (también como siempre) y sobretodo riendo (y que no falte).
Tras la odisea presenciada esa mañana, algunos de los pescadores decidieron reunirse con nosotros por la tarde. Los susodichos incluyen: los hermanos Verastegui (Felipe y Javi), Franci y Mª José (yo no, la mujer de don Felipe, que venía a admirar las proezas de su esposo y ¿por qué no? A tomarse algún cubatilla que otro). Se ve que les picó un poco el gusanillo y así se presentaron con su Perolo (el cual no imaginábamos se convertiría más tarde en protagonista de nuestra historia) cargado de cañas, comida y colchones.
He de decir que el más seguro de sí mismo fue Felipe (sin el “don”, vamos con “Verastegui.”) que estaba convencido de que tenía que picar “la gorda” en una de sus cañas antes de volver a casa. La tarde pasaba y los demás no teníamos ya tan claro lo de que “la gorda” fuese a ser para Felipe pero, jolín, a él se le veía tan convencido que ¡cualquiera se atrevía a decirle lo contrario!
¡Y menos mal que no lo hicimos! A eso de las 7 salió disparado de su silla hacia la caña (esto lo sé porque dejó una estela de polvo detrás suyo), todo fue “visto y no visto.” Allí estaba él con su caña doblada, que parecía que traía un tiburón amarrado al otro lado, intentando recoger sedal para que el tiburón (o lo que fuese) no se escondiera entre los árboles que había en medio del río. Fue un “tira y afloja” muy duro, pero al final la carpa (bueno, la supercarpa) llegó muy cerca de la orilla. Craig se puso sus botas de agua, Carlos se quitó zapatillas, calcetines, pantalones y lo que pudo y ¡se lanzaron al rescate de la carpa!
¡Qué tensión! Ni una mosca se oía, sólo el latir de corazones de todos los que estábamos allí mirando inmóviles esperando ver surgir de las profundidades a las grande de los monstruos ¡y allí estaba!¡unos lomos como los de un guarrillo! Y…¡chas! Un coletazo y ni anzuelo, ni sacadera, ni nada de nada, la carpa se fue nadando dejándonos a todos con la miel en la boca… Un episodio realmente emocionante.
Atardeció entre risas y montaditos de filetes empanados acompañados de cerveza y coca-cola light (que de todo se bebió), y nos dimos cuenta de que el viento no paraba, el Sol se iba y las sudaderas ya no nos sobraban así que iniciamos una expedición importantísima con el fin de recoger la mayor cantidad de leña posible.
La verdad, reunimos bastante (sobretodo las chicas: Ana y yo. Mª José –la practicanta- no pudo ayudar porque, como todos sabéis, sigue convaleciente desde la jornada de lucio de febrero) pero algunos de nuestros acompañantes se “encapricharon” de un leño en especial. Uno incluso más grande que las carpas de Craig, Carlos y Felipe juntas, vamos, una barbaridad de leño. Tras muchos intentos por parte de nuestros hombres de trasladar dicho leño, sólo pudieron desplazarlo unos insuficientes centímetros. Aquí es donde entró en acción el Perolo (Renault 4, del padre de Javi Verastegui): atándole el tronco al maletero, el Perolo tiraba de él mientras que los muchachos levantaban la parte posterior del árbol seco. Una visión digna de admirar. Así se trasladó el superleño hasta la lumbre; la versatilidad, fuerza y aplomo del Perolo nos permitió calentarnos durante toda la noche y parte de la mañana siguiente.
Hizo una noche de perros: frío, aire, agua…vamos, que si nos la manda el médico lo mandamos…a freír espárragos. Todos estábamos muy cansados. Carlos incluso comento: “Tengo tanto sueño que creo que voy a cortar los sedales de las cañas para que no suenen esta noche.”
Nada más lejos de la realidad, y menos mal, pues fue una noche muy fructuosa: entre el sonido de la lluvia y el viento se pudieron oír claramente los “bips” de las alarmas, el chapotear de los pescadores en el barro, la tensión del sedal en el carrete, y el chapotear de las carpas al ser devueltas al agua. Fue durante esta noche que Carlos hizo su gran pesca del fin de semana: una carpa de 14,5 kilos que luchó con ganas y que hizo a Carlos disfrutar de lo lindo (a pesar del frío, el sueño y el cansancio). Gracias a que no cortó los sedales, estuvo a punto de batir su propio récord en carpfishing que hasta ahora está en 15 kgs.
3ª JORNADA
Una noche muy movidita. Y también movidita fue la mañana: todos y cada uno de los presentes tuvieron alguna captura, Carlos perdió una carpa que podría haber superado en peso los 15kgs. de su récord, Craig y Sarah pescaron simultáneamente hermosas carpas de 8 y 10 kilos respectivamente, Javi Verastegui y Franci se estrenaron también esa mañana y, como no, Felipe Verastegui capturó dos carpas, la más grande de 11,5 kg.
Todos nos fuimos muy satisfechos a casa (y algunos hasta nos paramos a celebrarlo). En total se capturaron unas 48 carpas, de entre 7 y 16,5 kgs; se comieron varios kilos de filetes y algunos litros más de cerveza. Se compartieron, además, muchas anécdotas pero, sobretodo, se pasaron ratos muy buenos que será difícil olvidar.Para finalizar, sólo recordar a todos aquellos que decidieron ir a otro sitio, que hicieron mala elección y desde el Club de Pesca Siberia-Lares les mandamos un sincero “¡Ja, Ja, Ja!”.
No se veía ni una sola nube en el cielo y corría u poco de aire, pero no nos importó pues hacía calor y había tarea que hacer: cebar, preparar cañas, montar tiendas, colchones, …
A eso de las 9 se oyó el primer campanillo (sí, campanillo como a la antigua usanza, las alarmas aún no habían dado señales de vida). Y Don Felipe fue el afortunado (con lo mal que había empezado la tarde); la primera carpa pesó unos 8 kilos. Nada comparado con lo que nos esperaba después.
Varias carpas más se capturaron esa misma tarde antes del anochecer, cuando nos fuimos “cada mochuelo a su olivo.” Comimos y bebimos a la luz de las estrellas (sí, porque de la Luna ni rastro) y no podíamos creernos que hiciese tan buena temperatura. Tras un pincho de esto y otro de aquello, con alguna cervecita intercalada en medio, nos fuimos a dormir unos (como yo) temprano y otros, (casi todos los demás) más bien tarde.
Pero no estaba la suerte de parte de los que queríamos dormir: la noche fue un no-parar-de-picar. Cada 15 minutos se oía una alarma sonar y se escuchaba el sonido inconfundible del sedal abandonando “a toda mecha” el carrete. Carpas de 9, 10, 12 kg…fueron pasando por las sacaderas y las mantas húmedas de carpfishing.
Recuerdo que eran las 6 (¡de la mañana!) cuando Carlos me dijo al entrar en la tienda de campaña: “Bueno, por hoy creo que ya puedo echarme a dormir un rato.” Más hubiese querido él, no acabó de decir esto cuando se oyó un largísimo “biiiiiiiiip” en una de sus alarmas. Y así continuó la feria durante toda la noche…
2ª JORNADA
Amanecieron todos con ojeras (pero con una sonrisa de oreja a oreja y agujetas en los brazos de tanto arrastrar carpas desde el centro del pantano hasta la orilla), sin haber casi pegado ojo, y justo cuando nos disponíamos a desayunar, nos dimos cuenta de que uno de nuestros compañeros estaba en apuros: estaba en plena lucha con un pez, que casi parecía tan fuerte como él. ¡Ahí estaba Craig, con sus wellies (botas de plástico) metido en el agua e intentando no ser arrastrado aún más hacia el pantano! En pocos minutos se formó un enorme corro a su alrededor (a pesar de que 4 perros guardianes le protegían). Durante el transcurso de dicha hazaña, llegaron también varios espectadores más que llegaron del pueblo sin previo aviso: Franci, Fran, Jose Carlos…entre otros.
¡No podían haber llegado en mejor momento! Tras una dura y larga lucha con la naturaleza, el hombre venció al pez y todos pudimos ver cómo una masa enorme de escamas salía del agua de manos (es un decir) de un anzuelo cebado con maíz. Nada más y nada menos que 16’5 kilos de carpa, exhausta por la lucha y casi inmóvil del cansancio. Unas fotos (no sin esfuerzo), pesaje y, con mucho cuidado, puesta de nuevo en el agua. Espectáculo sin duda inolvidable para todo aquél que estuvo presente.
Algunos temíamos que las carpas dejasen de picar debido al cambio brusco de temperatura. Había amanecido un día frío, nublado y de mucho viento. Pero nuestros temores eran sólo fundados: las carpas estuvieron picando todo el día (cosa rara), no con tanta asiduidad como la noche anterior pero sí de manera constante.
En este día, cabe resaltar la pena que tenía Jorge (cuyos padres habían venido de Badajoz con él exclusivamente para el concurso, un ¡hurra! por esos padres) que tuvo varias picadas pero que varias veces se le rompió el sedal. Bueno, incluso así todos disfrutamos del día, comiendo (como siempre) y bebiendo (también como siempre) y sobretodo riendo (y que no falte).
Tras la odisea presenciada esa mañana, algunos de los pescadores decidieron reunirse con nosotros por la tarde. Los susodichos incluyen: los hermanos Verastegui (Felipe y Javi), Franci y Mª José (yo no, la mujer de don Felipe, que venía a admirar las proezas de su esposo y ¿por qué no? A tomarse algún cubatilla que otro). Se ve que les picó un poco el gusanillo y así se presentaron con su Perolo (el cual no imaginábamos se convertiría más tarde en protagonista de nuestra historia) cargado de cañas, comida y colchones.
He de decir que el más seguro de sí mismo fue Felipe (sin el “don”, vamos con “Verastegui.”) que estaba convencido de que tenía que picar “la gorda” en una de sus cañas antes de volver a casa. La tarde pasaba y los demás no teníamos ya tan claro lo de que “la gorda” fuese a ser para Felipe pero, jolín, a él se le veía tan convencido que ¡cualquiera se atrevía a decirle lo contrario!
¡Y menos mal que no lo hicimos! A eso de las 7 salió disparado de su silla hacia la caña (esto lo sé porque dejó una estela de polvo detrás suyo), todo fue “visto y no visto.” Allí estaba él con su caña doblada, que parecía que traía un tiburón amarrado al otro lado, intentando recoger sedal para que el tiburón (o lo que fuese) no se escondiera entre los árboles que había en medio del río. Fue un “tira y afloja” muy duro, pero al final la carpa (bueno, la supercarpa) llegó muy cerca de la orilla. Craig se puso sus botas de agua, Carlos se quitó zapatillas, calcetines, pantalones y lo que pudo y ¡se lanzaron al rescate de la carpa!
¡Qué tensión! Ni una mosca se oía, sólo el latir de corazones de todos los que estábamos allí mirando inmóviles esperando ver surgir de las profundidades a las grande de los monstruos ¡y allí estaba!¡unos lomos como los de un guarrillo! Y…¡chas! Un coletazo y ni anzuelo, ni sacadera, ni nada de nada, la carpa se fue nadando dejándonos a todos con la miel en la boca… Un episodio realmente emocionante.
Atardeció entre risas y montaditos de filetes empanados acompañados de cerveza y coca-cola light (que de todo se bebió), y nos dimos cuenta de que el viento no paraba, el Sol se iba y las sudaderas ya no nos sobraban así que iniciamos una expedición importantísima con el fin de recoger la mayor cantidad de leña posible.
La verdad, reunimos bastante (sobretodo las chicas: Ana y yo. Mª José –la practicanta- no pudo ayudar porque, como todos sabéis, sigue convaleciente desde la jornada de lucio de febrero) pero algunos de nuestros acompañantes se “encapricharon” de un leño en especial. Uno incluso más grande que las carpas de Craig, Carlos y Felipe juntas, vamos, una barbaridad de leño. Tras muchos intentos por parte de nuestros hombres de trasladar dicho leño, sólo pudieron desplazarlo unos insuficientes centímetros. Aquí es donde entró en acción el Perolo (Renault 4, del padre de Javi Verastegui): atándole el tronco al maletero, el Perolo tiraba de él mientras que los muchachos levantaban la parte posterior del árbol seco. Una visión digna de admirar. Así se trasladó el superleño hasta la lumbre; la versatilidad, fuerza y aplomo del Perolo nos permitió calentarnos durante toda la noche y parte de la mañana siguiente.
Hizo una noche de perros: frío, aire, agua…vamos, que si nos la manda el médico lo mandamos…a freír espárragos. Todos estábamos muy cansados. Carlos incluso comento: “Tengo tanto sueño que creo que voy a cortar los sedales de las cañas para que no suenen esta noche.”
Nada más lejos de la realidad, y menos mal, pues fue una noche muy fructuosa: entre el sonido de la lluvia y el viento se pudieron oír claramente los “bips” de las alarmas, el chapotear de los pescadores en el barro, la tensión del sedal en el carrete, y el chapotear de las carpas al ser devueltas al agua. Fue durante esta noche que Carlos hizo su gran pesca del fin de semana: una carpa de 14,5 kilos que luchó con ganas y que hizo a Carlos disfrutar de lo lindo (a pesar del frío, el sueño y el cansancio). Gracias a que no cortó los sedales, estuvo a punto de batir su propio récord en carpfishing que hasta ahora está en 15 kgs.
3ª JORNADA
Una noche muy movidita. Y también movidita fue la mañana: todos y cada uno de los presentes tuvieron alguna captura, Carlos perdió una carpa que podría haber superado en peso los 15kgs. de su récord, Craig y Sarah pescaron simultáneamente hermosas carpas de 8 y 10 kilos respectivamente, Javi Verastegui y Franci se estrenaron también esa mañana y, como no, Felipe Verastegui capturó dos carpas, la más grande de 11,5 kg.
Todos nos fuimos muy satisfechos a casa (y algunos hasta nos paramos a celebrarlo). En total se capturaron unas 48 carpas, de entre 7 y 16,5 kgs; se comieron varios kilos de filetes y algunos litros más de cerveza. Se compartieron, además, muchas anécdotas pero, sobretodo, se pasaron ratos muy buenos que será difícil olvidar.Para finalizar, sólo recordar a todos aquellos que decidieron ir a otro sitio, que hicieron mala elección y desde el Club de Pesca Siberia-Lares les mandamos un sincero “¡Ja, Ja, Ja!”.
Autora: Mª José Rodríguez Díaz
2 comentarios:
Costu: Joe Mª Jose FELICIDADES por tu cronica, esta genial, parecia que estaba alli viendo, muchas gracias. Y por las jornadas: Que envidia dais tod@s jajajajaja, Presi y demas, quedate con la copla para repetir esa jornada, jajaja
Saludos
Muy buena crónica Maria José, está genial.
Javi Verastegui
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